miércoles, 28 de julio de 2010

un segundo almuerzo con mal sabor de boca



Después de varios días parece que por fin hay un ratito para actualizar ésto. Es martes a eso de las 11.30 de la noche. Contaré algo del pasado jueves, de ayer y de hoy y abriré otra entrada para el fin de semana del Cuyabeno, para meter alguna foto más.
El jueves lo pasamos entregando plantas y peces (la foto). Fue un día un poco extraño porque al final almorcé dos veces pero sinceramente, no me dejo muy buen sabor de boca. Visitamos a tres familias. La primera nos dió como un par de kilos de una especie de limones dulces muy ricos. La segunda nos sacó un pedazo de plato de patatas fritas con huevo a cada uno que madre mía y después la última nos puso el arroz con unos espaguetis y un poco de carne. Hasta ahí todo parece bueno pero el problema viene cuando te ofrecen esa comida, es una ofensa para ellos que lo rechaces y a la vez estás escuchando a uno de los ocho hijos de la señora (por cierto todos parecían tres o cuatro años más pequeños de lo que eran) decir: mamá quiero comer! mamá quiero comer! y la madre le dice que no hay ya más. Aunque tú se lo ofrezcas para el niño, no se lo van a dejar comer así que estar escuchando eso y metiéndose a la boca un segundo almuerzo deja una sensación que, la verdad, no deseo a nadie. Yo sinceramente no sabía que hacer así que al final comí la mitad y ya no fui capaz de tragar más porque tenía un nudo en el estómago.
Ayer tocó otra labor totalmente diferente. Nos tocaba repartir plantas pero como los del proyecto de seguridad alimentaria tenían el mismo recorrido me fui con uno de ellos. En resumen, ese proyecto consiste en llevar a algunas de las zonas que están más apartadas cosas de primera necesidad que no tienen para hacer trueque con la producción sobrante de sus fincas que no pueden sacar al mercado (la mayoría no tienen coche y no llega nadie que se lo compre). Por un día hice un poco del típico vendedor de pueblo. Ibamos pitando por los caminos y la gente que quería hacer algún trato salía. Estuvimos en una zona donde todo son comunas de indígenas con la población muy dispersa. Ellos sobre todo lo que tenían era el verde (el plátano sin madurar que aquí se come mucho con el arroz), papayas, alguna yuca y limones. Dependiendo de la calidad y cantidad del producto se les pagaba un precio que, en vez de dinero, se les daba en productos como arroz, conservas, jabón, sal, aceite, yogourt... Era una imagen pintoresca, ahí, en medio del camino, aparecía alguien con un montón de plátanos y entonces bajábamos la báscula y a empezar a hacer trato. La verdad es que fue interesante y bonito. Ádemas casi todas las compras las hicimos con chavalillos (foto). Ellos mismos, aún siendo bien pequeños, sabían bien lo que querían y lo que valía su producto. La vuelta no dejó tan buen sabor de boca porque nos encontramos con un hombre que tenía toda la cara llena de sangre con unos buenos golpes. Paramos para ver si necesitaba que le llevasemos al medico pero no quiso venir. Resulta que se había estado "tomando" (emborrachándose) con unos indígenas. Como no entienden muy bien el castellano debieron tener un mal entendido y le dieron de lo lindo, le robaron los móviles y además a otro compañero le habían hundido varias costillas. Encima éste último como también estaba bebido se había tirado por el monte, casi sin poder andar y no podían encontrarle y tenían miedo de que se desangrase por ahí. Dijeron que nos fuésemos que iba la policia así que eso hicimos.
Hoy por el día ha tocado entrega de pollitos y por la noche de contable para ayudar con las cuentas de fin de mes a nuestro cocinero (aquí sí que hay que hacer números para llegar a fin de mes, hay que apurar hasta el último centavo o sino...mal, mal).

1 comentario:

  1. me has dejado sin palabras con la historia del almuerzo, no me extraña que no te entrara...encima tú, que eres tan noble.
    sigue contándonos cositas que a mí ya me tenías un poco preocupada, eh? ya estaba por mandar un mail a tu hermana y preguntarle por ti.
    besos

    ResponderEliminar